Julio César se nombra a sí mismo dictador de la República

karl theodor

César interceptado por fans pidiéndole un autógrafo en el Foro romano. Fuente: Karl Theodor von Piloty

Ubicación: Edad Antigua / República romana / 48 a.C.

15 de septiembre del 48 a.C.

El sol vuelve a mostrarse sobre el cielo de Roma tras varias semanas de lluvias y plagadas de confrontaciones políticas que hasta ayer no estaba previsto que tuvieran una resolución próxima. Sin embargo, tan solo hace 24 horas, el cónsul Cayo Julio César hacía su entrada por la puerta de atrás en la ciudad.

Al poco de conocer la noticia de su regreso, los senadores han convocado una sesión de urgencia del Senado en el Foro y esta mañana se ha celebrado la primera reunión senatorial con César presente desde que hace 9 años se fuera a defender la Galia de los helvecios.

Han asistido todos los senadores excepto el cónsul Pompeyo y sus partidarios, cuyo paradero se desconoce aún. En la sesión muchos senadores contemplaron la posibilidad de que se hubiera refugiado en Egipto pero otros, argumentando que Pompeyo no podría haber sido tan estúpido de pedir asilo en Asia Menor, se decantaron más por la idea de que estuviera aún en Grecia, encubierto por amigos o familiares.

El primero en aparecer ha sido el propio César, radiante de felicidad y con una toga blanca nueva ya que la antigua se le había quedado pequeña ahora que está “mazao’ de tanto luchar en las Galias por la gloria de esta nuestra pequeña República”. El cónsul iba acompañado por el tribuno de la plebe, Marco Antonio, que tras varios meses, al fin se le ha visto lucir de nuevo su característica mueca de orgullo, y por su sobrino, el joven Octavio, en cuya mano derecha había una Gameboy y en la izquierda, eternamente, la mano de su tío.

El siguiente en aparecer, siempre puntual, ha sido Cicerón. El senador ha saludado a César, no así a Marco Antonio, y ha entrado en la sala. A continuación, ha aparecido Catón que ha dedicado una leve inclinación de cabeza al recién llegado y ha entrado también.

Una vez estuvieron todos instalados en las gradas, César ha dado comienzo a la sesión hablando de lo alegre que está de volver a pasear por su ciudad natal. Asimismo, ha dedicado un largo rato a leer notas que había tomado de su expedición y ha manifestado su deseo de ponerse en contacto con la editorial Santillana para que publique una primera recopilación de sus escritos en forma de libro. Por votación se ha decidido el nombre del libro. En este sentido, la propuesta de César ha sido llamarlo “Mi lucha”, sin embargo, la mayor parte de los senadores han coincidido en que un nombre mucho más original es “Comentarios sobre la guerra de las Galias”. Finalmente, esta última propuesta ha sido la más votada. No obstante, César ha asegurado, antes de dar paso a Cicerón en el estrado, que algún día alguien sabría apreciar ese nombre y llamaría así a su obra de arte.

Una vez ha comenzado su discurso Cicerón, por el lado de los populares se ha oído un “Cicerón, eres un mojón” y este ha interrumpido su retórica para arremeter contra el bullying que aún está presente en las sesiones del Senado y que debería ser erradicado cuanto antes. “Yo no he estado viajando de aquí para allá, aprendiendo sobre política con el fin de formar parte de este Senado, para que me vengan ahora romanos de dudosa procedencia a definirme con burdos insultos y a llamarme mojón sin ser yo nada de eso”, ha declarado Cicerón con la mirada encendida y sin dejar de mirar a Marco Antonio.

En el turno de Catón, este ha aprovechado para apoyar a Cicerón en su denuncia sobre el bullying y ha declarado estar harto de que se aprovechen de su avanzada edad y su visión cada vez más lamentable para mandarle las tablillas de invitaciones a banquetes senatoriales con letra minúscula y encriptadas, como “kedams a ls cnco n la vila d Mc Antn”, ejemplo que proporcionó el propio Catón. Todo esto lo decía de espaldas a los senadores, sin embargo, por el respeto que profesan a su persona, ninguno le ha informado de su error.

Después de Catón, le correspondía hablar a Marcelo, sin embargo, este ha sido interrumpido por César, que con una sonrisa le ha pedido que se fuera a tomar por saco. En breves palabras, ha dicho que ya bastaba de tanto politiqueo, que era hora de comer y que había ido a esa sesión para informarles de que se declaraba a sí mismo como Dictador, que si alguno tenía algo que objetar lo hablara con él esa misma noche en el banquete que se iba a celebrar en casa de Marco Antonio ya que, según él, las críticas se las toma uno mejor con algo de vino entre pecho y espalda.

A continuación, todos han salido poco a poco del Senado, dejando la sala vacía pero llena de luz, quizás por la reciente llegada de César, el salvador de la república y el nuevo dictador.

………

Lo que ocurrió realmente: 

Tras su campaña en las Galias, Julio César decidió volver a Roma para pedir una prórroga a su cargo como cónsul. Sin embargo, no logró entrar en la ciudad desde el principio puesto que el Senado romano estaba cada vez más temeroso del poder que estaba adquiriendo César y Pompeyo Magno, uno de los integrantes del triunvirato vigente en aquel momento, se opuso totalmente a la petición de César y animó a otros senadores a que destituyeran a este de su cargo político.

No obstante, otros muchos quedaron fieles a César y se produjo la división entre los partidarios de Pompeyo, los optimates, y los partidarios de César, los populares. Todo apuntaba a que iba a producirse una guerra civil. Pero pocos senadores apoyaban la guerra. Tanto Pompeyo como César tenían ejércitos y en diciembre del año 50 a.C., el Senado votó por mayoría que los generales debían desmovilizarse. Parecía que iba a declararse la paz pero Marcelo, uno de los senadores, creía que César solo sería derrotado en el campo de batalla y saltándose las órdenes del Senado, dio autoridad a Pompeyo para defender el Estado y para declarar la guerra si así lo deseaba. El 7 de enero, el Senado declaró el estado de emergencia en Roma y los partidarios de César salieron de la ciudad para reunirse con César al norte de Italia.

El 10 de enero, César ordenó a sus soldados que invadieran Italia. Los cónsules huyeron al sur y Pompeyo, a quien el Senado había nombrado comandante en jefe, se refugió en Grecia con la intención de reunir un ejército en las provincias orientales.

César viajó a España, donde contaba con el apoyo del pretor Lépido y Marco Antonio se quedó en Roma vigilando la administración y sus tropas. Desde ahí, envió cartas a los senadores que habían huido, comunicándoles que les perdonaba y que podían volver a la ciudad sin represalias si así lo deseaban. Poco a poco, los senadores volvieron a Roma.

Al regresar a Roma en el año 48 a.C., se hace nombrar Dictador, mientras que Pompeyo comenzaba a ser derrotado en el campo de batalla, aunque no se sabía bien cuál era su paradero real. Finalmente, Pompeyo muere en septiembre del mismo año, traicionado por el faraón Ptolomeo nada más pisar las playas de Egipto, donde fue asesinado y su cabeza y su sello fueron entregados a César en símbolo de lealtad. Sin embargo, César se tomó esto como una falta de respeto hacia un ciudadano romano y mandó asesinar a los mensajeros, Aquilas y Potino.

Luiza VIII la Arrogante

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